EL EFECTO DEL GRAFFITI EN LAS COMUNIDADES DE VECINOS

Muchas comunidades de vecinos viven condenadas al incivismo de unos pocos, viendo como sus bienes inmuebles se deterioran y devalúan, por causa del vandalismo recurrente. Este fenómeno, si no se ataja desde el primer momento, se apodera de los espacios, pervirtiéndolos y sometiéndolos a una dejadez crónica.

Estas comunidades acaban por echar a sus residentes, en busca de espacios más seguros para ver crecer a sus hijos, ya que revertir esas situaciones no es una tarea sencilla.
Hemos explicado, en pasados artículos, el fenómeno más habitual que acaba transformando los espacios colectivos hasta convertirlos en “vertederos” urbanos o zonas por las que ya nadie quiere pasar de noche ni de día: se trata de la dejadez frente a la suciedad o los graffitis.

Con las comunidades de vecinos y el graffiti pasa exactamente igual. Todo empieza con 1 graffiti. Si ese graffiti no se retira de inmediato, lo más probable es que en pocos días, aparezca otro y así sucesivamente hasta tener una fachada en estado lamentable. El muro oficial de las lamentaciones del barrio o el tablón de anuncios colectivo.
 

El fenómeno del graffiti está liderado por gente joven, con alta necesidad de expresar. Es un fenómeno recurrente por lo que, los que lo practican, repetirán en aquellas zonas donde saben que su expresión permanece. Hay que ser contundentes y no desistir. Hay que insistir en la limpieza ya que el problema se inicia con la dejadez. El graffiti descontrolado se multiplica con valores exponenciales.

IPL ayuda a esas comunidades con un alto índice de ataques aplicando sistemas de protección superficial de alto rendimiento para reducir el impacto de los ataques y establece un sistema de revisiones periódicas o bajo demanda, orientadas a corregir e impedir que el graffiti se cronifique.

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